EL HÁBITO NO HACE AL MONJE, PERO LO AYUDA
Por Antero Flores-Araoz*
Dice antiguo refrán, y ojo que le pongo comillas: “El hábito no hace al monje”, a lo que bien se podría agregar la frase pero lo ayuda.
Con razón seguramente se preguntarán ¿qué le pasó a Antero, se habrá vuelto loco o le ha dado por divagar?, pues ni lo uno ni lo otro, simplemente es un comentario originado en las vestimentas que vemos a diario y que la verdad algunas son chocantes por el uso que se les da en escenarios en que se espera otros ropajes.
Creo que el vestido tiene que ser adecuado al lugar o al evento en que se usa. Unas sandalias y bermudas en adición a un polo me parecen sumamente apropiadas para visitar la Costa Verde, Agua Dulce o La Herradura, al igual que Chucuito, pero absolutamente impertinente para ir a unas bodas o a algún sepelio. Respetos guardan respetos.
No creo que a ningún ministro se le ocurriría concurrir a una sesión del Gabinete Ministerial con las mismas zapatillas y el mismo atuendo que lleva en una visita de inspección a las obras (supuestas por cierto, viendo la realidad) de prevención de los desastrosos efectos del Fenómeno del Niño.
No podría imaginarme a una Jueza de nuestra Corte Suprema, integrando un colegiado en alguna audiencia procesal, en buzo, que sería lo más conveniente en sus tareas domésticas y en la intimidad de su hogar.
Sin embargo, cuando se trata del Congreso, los mismos congresistas que no irían a una recepción de embajada como se dice “maltrajeados”, si lo hacen cuando van al Congreso, con sesión o sin ella en el hemiciclo. Consideramos que al ser nuestros representantes, pues se denominan representantes del pueblo, hasta para representarnos merecemos por lo menos cierto respeto, en adición al respeto a sí mismos por la alta responsabilidad pública que ejercen. Ello sin caer en arcaísmos como el de “la majestad del Parlamento”.
Realmente ¡vemos cada pinta en nuestro Congreso, que es de espanto! y ojo, que no es que les falte algún buen ejemplo, pues hay parlamentarios, tanto damas como caballeros, que van vestidos apropiadamente a cada circunstancia, sin lujos es cierto, pero con sobriedad. Además nadie podrá decir que tienen carencias económicas y por ello no pueden vestirse mejor, pues en la escala de las remuneraciones públicas son de los mejores retribuidos, lo que no necesariamente merecen todos.
El hecho que nuestros congresistas no estén sujetos a mandato imperativo, no los excluye del cumplimiento de las reglas de urbanidad que incluyen también el vestido, así como de las disposiciones contenidas en el Reglamento del Congreso, cuyas autoridades bien podrían exigir su precisa observancia.
Sin pecar de machistas pero siendo francos, al decir que nos parece maravilloso ver a las damas “bien puestas”, ello no significa de modo alguno que la vestimenta para estar “regias” en la playa, sea la misma que para transitar en el Metropolitano.
Como vemos el hábito no hace al monje, ni tampoco a la monja, pero ayuda.
*Fundador del partido Político ORDEN
Candidato a la presidencia del Perú en el 2016