SUEÑOS Y REALIDAD
En relación con la presentación del nuevo presidente del Consejo de Ministros al Congreso, el doctor Salvador del Solar debió cumplir con el mandato constitucional de exponer la política general del Gobierno y las principales medidas que requiere su gestión, después de cuyo debate el Congreso tendría que votar la cuestión de confianza que plantea el primero, la que le fue otorgada, la verdad sea dicha, sin mayor generosidad, diría que con mezquindad.
Nuevamente hemos sido testigos de una escenificación de pésimo gusto, en que todos los parlamentarios quieren hablar, aunque muchos sin decir nada y, además, sin recibir las respuestas esperadas.
Este trámite constitucional bien podría suprimirse, pues quien ganó las elecciones lo hizo con un plan de gobierno que estuvo expuesto a la consideración de los electores y que el Presidente de la República expuso sus objetivos al asumir el mandato y dirigirse anualmente a la representación del pueblo.
La votación otorgando confianza fue otorgada por 46 parlamentarios, 27 en contra, 21 abstenciones y 36 ausencias. Si bien hubo legalmente aprobación, ella solo le fue conferida por algo más que la tercera parte de los parlamentarios, y el resto, en su conjunto, o la negó o simplemente la omitió.
Hubo confianza desde la óptica jurídica pero no desde la fáctica; de acuerdo a la ley recibió la confianza pero en la realidad no la hubo.
El presidente del Consejo de Ministros estuvo impecable en las formas, sin exabruptos, de buenas maneras y con absoluta atención a todos los parlamentarios que intervinieron en el posterior debate a su exposición.
Como quiera que no todo son formas, sino que esencialmente lo que importa es el contenido, diremos que el extenso discurso, como toda obra humana, tuvo aciertos, aunque también serias omisiones.
El jefe del Gabinete Ministerial se dirigió en varias oportunidades a los jóvenes, diciéndoles que el Perú es un país de grandes posibilidades, lamentablemente desaprovechadas y que deberían trabajar por su futuro y el del país. Punto a favor, pues el aún joven ministro es visto con buenos ojos por los de su generación y las que lo sucedieron.
En muchas oportunidades nos hizo soñar sobre el futuro del país, sobre la efeméride de nuestro Bicentenario patrio, pero olvidando que, para alcanzar el futuro, así sea cercano, hay que superar el presente, y el presente tiene muchas exigencias insatisfechas por el Estado, lo que debe ser corregido.
Es verdad que no se le puede responsabilizar al presidente del Consejo de Ministros por lo acontecido, lo hecho y lo omitido antes de asumir su nuevo cargo, aunque al asumirlo asume activos y pasivos del Gobierno, como hace varios lustros lo dijo con toda claridad Javier Silva Ruete al confiársele la dirección de la economía y finanzas del Perú.
Hay que atender los problemas serios e inmediatos que tenemos, para lo que no basta decir el número de escuelas que se abrirán o el de las postas que se construirán o los puentes que serán restablecidos.
Necesitamos compromisos serios, concretos y sus cronogramas, ya han pasado más de dos años desde el “Niño Costero” y seguimos sin solución, tenemos el tema de Las Bambas que requiere mayor atención, al igual que el de la seguridad que francamente se ha convertido en una situación de extrema gravedad.
Sin olvidar a los miles y miles de estudiantes que terminan la escuela o universidad y que no encuentran trabajo, pues en pésima actitud en lugar de facilitar las inversiones que generan ocupabilidad laboral, se les pone mil y una trabas a las empresas.
Le deseamos la mayor de las suertes al nuevo gabinete, en un voto que no siendo de confianza pues no tenemos tal atribución, por lo menos sí un voto de esperanza para superar el pesimismo casi generalizado que todos observamos.