TURISMO, PROFESIONALIDAD Y SOCIOLOGÍA ROTARIA

INSTAR, PRESIONAR, INSISTIR
Por. Antonio-Pedro Tejera Reyes*
(Escrito y publicado, en el año 2008, hoy 2019, adaptado a los “tiempos modernos”)
Cumplido un ciclo de nuestra vida con la edición de un apretado resumen de lo que hemos venido publicando en el “desaparecido” periódico El Día – y en prestigiosos medios digitales que se abren en mas de 130 países – en los pasados años, en unas publicaciones que hemos dado el titulo de Sociología Rotaria III (Turismo: un mundo de esperanzas) y Sociología Rotaria IV (Una esperanza de vida) , me encuentro recorriendo sus páginas en una mesurada lectura, que nos trae al recuerdo las experiencias vividas, todas alrededor de la misma imagen que enlazan la actividad turística con los principios de la misión rotaria, que muchas veces relacionamos en estos libros, y que podemos concretarla en su frase identificativa: servir es mi ocupación.
En todo este contenido de experiencias vividas que – como dice en los prólogos de ambos libros,, mi querido amigo, tristemente fallecido, el venezolano Manuel Pérez Sánchez, nadie nos las ha contado sino que las hemos vivido en primera persona – destaca el valor que siempre hemos dado a la profesionalidad en el turismo, algo que nace desde nuestros primeros contactos con el sector, allá por los finales de los años cincuenta del pasado siglo, donde lo que había en ese ámbito era precisamente diversos ilustres personajes que se avivan en mis recuerdos, formándose en la gestión del turismo sin otras herramientas que sus propios conocimientos, todos ellos basados en el cotidiano trabajo que la actividad les proporcionaba.
Fue un mundo donde la palabra “académica” – hoy tan usada para menospreciar los conocimientos profesionales adquiridos por la experiencia y el trabajo – estaba no solo en el limbo, sino que era una perfecta desconocida en las escuelas mundiales de hostelería y de turismo en general, donde su valor era totalmente irrelevante y falto de contenido. Para saber pelar papas, preparar unos buenos callos a la madrileña, o la causa limeña, no hacía falta ningún titulo “académico”. Para llegar a saber dirigir con acierto un hotel, restaurante, o una agencia de viajes, había que conocer su trabajo específico sin haber pasado siquiera por la puerta de una universidad., ni tener títulos académicos… Eso si, había que saber como se pelaban las papas, o se rellenaba un boleto de vuelo. Así era la cosa, y así sigue siendo aunque algunos “académicos” lo ignoren…Que le vamos a hacer…
La cosa ha cambiado para peor hasta limites inconcebibles llegándose al caso de que con reiteración y alevosía se confunden y se manipulan situaciones, basándose en una supuesta validez “académica” de unos estudios pura y exclusivamente profesionales, cuyos fines son dotar al personal de los conocimientos necesarios para llegar a ser un profesional capaz y honrado en su trabajo… “La observancia de elevadas normas de ética en las actividades profesionales… el valor de toda ocupación útil y la dignificación de la propia”, dice Rotary.
En esta maraña del compromiso social en que el mundo se encuentra, está ocurriendo que por medio de estos tremendos errores – horrores diríamos nosotros – la dirigencia de la gestión y operación de la actividad turística ha tomado un derrotero que difícilmente se pueda corregir, cuando la profesionalidad está confundida con un valor “académico” que nada tiene que ver con la realidad del conocimiento de cómo ha de funcionar la cocina de un hotel, la calidad de los productos, la preparación de una habitación – sus espacios y sus enseres – así como la gestión y el funcionamiento de una agencia de viajes, su promoción y sus mas íntimos detalles, sin llegar, claro está, a los disparates que vemos, un día si y otro también, cuando se trata de gestionar a niveles públicos, la operabilidad de una empresa, de un pueblo, una sociedad, una ciudad, o de un país, algunos, esperpénticos casos que solo conducen a la tragedia sin nada que lo remedie… o al desprecio a cualquier innovación apoyada en experiencias vividas, como unos casos concretos ofrecidos en Perú, a los mas altos niveles de gestión, que ni tan siquiera han sido evaluados, ni comentados. Los hay por docenas.
Eso si, los dirigentes a quienes se exponen, o se expusieron, serios y experimentados proyectos, tienen todos títulos académicos llenos de rayitas que les acreditan haber realizado cantidad de cursos, seminarios, asistencias a las mas acreditadas ferias turísticas internacionales, etc. etc.
Con este bagaje y estas maletas, no es de extrañar que destrocen cuanto encuentran por delante, llevándose consigo las ilusiones y el buen hacer de miles de personas que tienen que padecer la insuficiencia de profesionalidad de quienes les dirigen.
Esto es lo que hay, nos guste o no nos guste.
Reflexiones encontradas en las páginas de unos libros que solo pretenden ser un recordatorio de hechos y realidades que han llenado los muchos años analizando y estudiando el sector turístico con una óptica mundial que hemos tenido la suerte de compartir que los mas ilustres y avezados estudiosos del tema, tanto desde el punto de vista sociológico como profesional, siempre con la ilusión de encontrar los puntos de coincidencia con la compresión de la sociedad, la culturización de los pueblos y la convivencia necesaria para vivir en un mundo en paz, naturalmente sin necesidad de títulos académicos, ni de toda la caterva de individuos – generalmente “hijos de papá” o de circunstancias partidistas – sin vergüenza, sin ética, sin principios decentes ni conocimientos, y que tenemos que soportar en todos los ámbitos y profesiones, amparados en ellos.
Rotary en sus principios dice: “La comprensión, la buena voluntad y la paz entre las naciones, a través del compañerismo de las personas que en ellas ejercen actividades profesionales y empresariales, unidas en torno al ideal de servicio” Son muchos los años en que expertos y estudiosos de todo el mundo, han estado reflexionando, perfeccionando y elaborado estas normas. No caben definiciones mejor en ellas. Mas claro: el agua.
“Las lágrimas del sentimiento son el deleite del alma.” Napoleón Bonaparte.
*Del Grupo de Expertos de la Organización Mundial del Turismo. UNWTO.