LOS NIETOS DE HEMINGWAY Y UNA CUBA MUY TURÍSTICA
La Habana._ La reciente visita a Cuba de los nietos del escritor estadounidense Ernest Hemingway, John y Patrick, otorgaron un espaldarazo al criterio de que el turismo constituye una industria de paz y alternativa frente a los conflictos.
Luego de más de 50 años de restricciones comerciales y económicas de Washington contra La Habana, cada día es más frecuente la presencia en este archipiélago de peregrinos por tierra o por mar deseosos de conocer a su gente y favorables a una mayor amistad entre estadounidenses y cubanos.
Precisamente, sin entrar en honduras políticas, John mostró una amplia sonrisa y con breves palabras en castellano (la mayoría de sus diálogos fueron en este idioma) recurrió a la amistad como la llave mágica para el buen vivir.
Ambos nietos del novelista estuvieron hasta el 13 de septiembre en la isla, donde celebraron los 60 años de la entrega del Premio Nobel de Literatura a su abuelo (1954) y los 80 de la compra del yate Pilar, que ahora está posado en una piscina seca del Museo Hemingway, en Finca Vigía, San Francisco de Paula.
Pero los nietos del novelista no viajaron solos, los acompañaron biólogos y expertos en pesca deportiva (uno de los fuertes de Hemingway) con la finalidad de atender además de los elementos turísticos y recordatorios familiares, los temas de protección medioambiental.
Algunos medios de prensa estadounidenses anotaron previo a la llegada que la comitiva viajaba con licencia del Departamento del Tesoro y la visita fue organizada por el Latin America Working Group Education Fund (Lawgef) y la Conferencia Pugwash sobre Ciencias y Asuntos Mundiales, ubicados en Washington.
Siempre, los mejores emisarios de paz son precisamente los escritores, ambientalistas, científicos y personas relacionadas con el mundo cultural, y en este caso el tema se refuerza, cuando se trata de familiares de alguien que en vida dijera ante la televisión que se consideraba «un cubano sato».
John, con residencia en Montreal (Canadá) y su hermano en Vancouver, elogiaron tanto el calor (frente al frío norteño) en materia de clima, y en cuanto al ambiente social, pues en el poblado de Cojímar, el cual recorrieron, los agasajaron niños, ancianos, y autoridades en igualdad de condiciones.
Allí depositaron una ofrenda floral, en medio de un gentío, en el busto de su abuelo, escultura sumamente interesante, pues fue fundamental el aporte de la Cooperativa de Pescadores de Cojímar, entre quienes estaban los mejores amigos del escritor (la medalla del Nobel la donó Hemingway a estas personas).